domingo, 22 de noviembre de 2009

Notre Dame du Haut, de Ronchamp




El arquitecto franco-suizo Le Corbusier, recibio en 1950 el encargo de construir una nueva capilla que sustituyese al centro de peregrinaciones de Notre Dame du Haut, de Ronchamp, cerca de Belfort, destruido durante la segunda guerra mundial. El interior de la capilla parece "una cueva sin montaña". La forma exterior hace pensar más en una escultura moderna que en un templo pero la idea fué aceptada por la iglesia. Desde su construccion ha sido uno de los edificios mas alabados de este arquitecto. Situada en la colina de Bourlémont, a unos kilómetros de Belfort, la capilla de Notre Dame du Haut domina desde lo alto la pequeña ciudad de Ronchamp. Siempre hubo lugares de culto allí. Templos paganos primero, después iglesias y una capilla.





Su idea fue construir un recinto en el que los materiales se presentasen en toda su pureza. Un lugar donde meditar y donde la sonoridad adquiriese protagonismo y los espacios estuviesen libres de cualquier aditamento. Pretendía un dialogo de la materia y la luz. El predominio de las curvas y el juego de materiales hacen de La Ronchamp una obra única. El contraste de color entre los muros y la cubierta unido al movimiento curvilíneo de los elementos y la elevación de la cubierta con respecto a los muros hace que la obra adquiera una espiritualidad y una elevación insuperables. Le Corbusier tardó cinco años en construir La Ronchamp, fue uno de los proyectos que más profundamente trabajó, haciendo un seguimiento personal de las obras. Esta obra es el máximo exponente de uno de los dos extremos entre los cuales se despliega la personalidad y, por ende, la obra de Le Corbusier. Aquí la mentalidad cartesiana, programática desaparece, dejando lugar a un intenso lirismo basado en la voluptuosidad de las masas construidas y la libertad formal.




La torre sur de la capilla puede ser vista de lejos al acercarnos a la frontera suiza. El perfil de la cubierta, invirtiendo la curva del terreno, y un sencillo gesto dinámico, da a la composición una expresión inevitablemente dramática. Lejos de ser monumental, el edificio tiene una calidad etérea considerable, principalmente como resultado de la naturaleza equívoca de los muros. No obstante, la cubierta y los muros se curvan y extienden en varias direcciones. En el interior del muro Oeste las ventanas se achaflan an hasta el punto que desde el interior de la superficie toma la apariencia de rejilla. A través de esta rejilla la abundante luz del día penetra en el interior y el efecto global es una luz difusa que, desde cualquier lugar en la congregación, la luz se proyecta como en una iglesia barroca. Imitando el hundimiento de la cubierta, el suelo de hormigón desciende hacia el comulgatorio que aparece para indicar el recorrido hasta la zona principal. El muro adyacente a las escaleras de la galería del coro está pintado de un púrpura litúrgico y el acabado blanco sobre los chaflanes de los huecos hace ganar a la pared púrpura un grosor de tres pulgadas, de este modo, se parece a los marcos de las ventanas pintadas de las casas en la costa mediterránea. Las pequeñas superficies en verde y amarillo están pintadas sobre el acabado a cada lado de la entrada principal y también para revelar el hueco que contiene la estatua pivotante de la Madonna. La única gran superficie coloreada está destinada a la capilla y la torre de Noreste; ésta ha sido pintada en rojo en toda su altura para que la luz, descendiendo desde lo alto, proporcione a esta superficie la luminosidad del día. Las tres torres que reciben el sol en diferentes momentos del día y dan luz a los altares son de hecho, extensiones verticales de cada capilla lateral.





No es básicamente un edificio de hormigón, aunque tiene toda la apariencia de un objeto sólido. Los muros, sin embargo, están construidos con mampostería pesada. La idea estructural inicial de perfilar la forma por un armazón metálico tubular envuelto con una malla alámbrica en la que el hormigón iba a ser proyectado, por alguna razón no fue llevada a cabo. Sin cambios en la idea, esta forma se rellenó con mampostería, revocada y con el acabado blanco de la apariencia de la idea inicial. El interior del muro Oeste se veía tan interrumpido por las ventanas que fue necesario embeber en la mampostería un armazón de hormigón para dar forma al contorno del hueco de ventanas.




El acabado de los muros ha sido realizado a mano y tiene un revoco de dos pulgadas. Este acabado sugiere una categoría de ingravidez y da a los muros apariencia de cartón-piedra. La diferencia material entre el acabado de los muros y la cubierta de hormigón natural mantiene la distinción convencional entre ellos. Estos se diferencian más en el lado Sur y Este por una franja de vidrio continuo de nueve pulgadas, y aunque la cubierta no es visible desde el lado Norte y Oeste, su contorno se insinúa por la línea exterior del paramento. El acabado blanco se aplica tanto en el interior como en el exterior Los altares están construidos con bloques de hormigón pulido y prefabricado.

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